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.Vio el mismo aposento y estancia donde serelató la más alta embajada y de más importancia que vieron y noentendieron todos los cielos, y todos los ángeles y todos losmoradores de las moradas sempiternas.Desde allí, embarcándose en Ancona, fue a Venecia, ciudad que, ano haber nacido Colón en el mundo, no tuviera en él semejante:merced al cielo y al gran Hernando Cortés, que conquistó la granMéjico, para que la gran Venecia tuviese en alguna manera quiense le opusiese.Estas dos famosas ciudades se parecen en lascalles, que son todas de agua: la de Europa, admiración del mundoantiguo; la de América, espanto del mundo nuevo.Parecióle que suriqueza era infinita, su gobierno prudente, su sitio inexpugnable, suabundancia mucha, sus contornos alegres, y, finalmente, toda ellaen sí y en sus partes digna de la fama que de su valor por todas laspartes del orbe se estiende, dando causa de acreditar más estaverdad la máquina de su famoso Arsenal, que es el lugar donde sefabrican las galeras, con otros bajeles que no tienen número.Por poco fueran los de Calipso los regalos y pasatiempos que hallónuestro curioso en Venecia, pues casi le hacían olvidar de su primerintento.Pero, habiendo estado un mes en ella, por Ferrara, Parma yPlasencia volvió a Milán, oficina de Vulcano, ojeriza del reino deFrancia; ciudad, en fin, de quien se dice que puede decir y hacer,haciéndola magnífica la grandeza suya y de su templo y sumaravillosa abundancia de todas las cosas a la vida humananecesarias.Desde allí se fue a Aste, y llegó a tiempo que otro díamarchaba el tercio a Flandes.Fue muy bien recebido de su amigo el capitán, y en su compañía ycamarada pasó a Flandes, y llegó a Amberes, ciudad no menospara maravillar que las que había visto en Italia.Vio a Gante, y aBruselas, y vio que todo el país se disponía a tomar las armas, parasalir en campaña el verano siguiente.Y, habiendo cumplido con el deseo que le movió a ver lo que habíavisto, determinó volverse a España y a Salamanca a acabar susestudios; y como lo pensó lo puso luego por obra, con pesargrandísimo de su camarada, que le rogó, al tiempo del despedirse,le avisase de su salud, llegada y suceso.Prometióselo ansí como lopedía, y, por Francia, volvió a España, sin haber visto a París, por 7estar puesta en armas.En fin, llegó a Salamanca, donde fue bienrecebido de sus amigos, y, con la comodidad que ellos le hicieron,prosiguió sus estudios hasta graduarse de licenciado en leyes.Sucedió que en este tiempo llegó a aquella ciudad una dama detodo rumbo y manejo.Acudieron luego a la añagaza y reclamotodos los pájaros del lugar, sin quedar vademécum que no lavisitase.Dijéronle a Tomás que aquella dama decía que habíaestado en Italia y en Flandes, y, por ver si la conocía, fue a visitarla,de cuya visita y vista quedó ella enamorada de Tomás.Y él, sinechar de ver en ello, si no era por fuerza y llevado de otros, noquería entrar en su casa.Finalmente, ella le descubrió su voluntad yle ofreció su hacienda.Pero, como él atendía más a sus libros que aotros pasatiempos, en ninguna manera respondía al gusto de laseñora; la cual, viéndose desdeñada y, a su parecer, aborrecida yque por medios ordinarios y comunes no podía conquistar la rocade la voluntad de Tomás, acordó de buscar otros modos, a suparecer más eficaces y bastantes para salir con el cumplimiento desus deseos.Y así, aconsejada de una morisca, en un membrillotoledano dio a Tomás unos destos que llaman hechizos, creyendoque le daba cosa que le forzase la voluntad a quererla: como sihubiese en el mundo yerbas, encantos ni palabras suficientes aforzar el libre albedrío; y así, las que dan estas bebidas o comidasamatorias se llaman veneficios; porque no es otra cosa lo quehacen sino dar veneno a quien las toma, como lo tiene mostrado laexperiencia en muchas y diversas ocasiones.Comió en tan mal punto Tomás el membrillo, que al momentocomenzó a herir de pie y de mano como si tuviera alferecía, y sinvolver en sí estuvo muchas horas, al cabo de las cuales volvió comoatontado, y dijo con lengua turbada y tartamuda que un membrilloque había comido le había muerto, y declaró quién se le habíadado.La justicia, que tuvo noticia del caso, fue a buscar lamalhechora; pero ya ella, viendo el mal suceso, se había puesto encobro y no pareció jamás.Seis meses estuvo en la cama Tomás, en los cuales se secó y sepuso, como suele decirse, en los huesos, y mostraba tener turbadostodos los sentidos.Y, aunque le hicieron los remedios posibles, sólole sanaron la enfermedad del cuerpo, pero no de lo delentendimiento, porque quedó sano, y loco de la más estraña locuraque entre las locuras hasta entonces se había visto.Imaginóse eldesdichado que era todo hecho de vidrio, y con esta imaginación, 8cuando alguno se llegaba a él, daba terribles voces pidiendo ysuplicando con palabras y razones concertadas que no se leacercasen, porque le quebrarían; que real y verdaderamente él noera como los otros hombres: que todo era de vidrio de pies acabeza [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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