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.Al ver aquello, el maghrebín lanzó un grito de rabia, y en el límite del furor, pataleó y se convulsionó,arrancándose las barbas de desesperación por la imposibilidad en que se hallaba de correr tras de Aladino ala cueva vedada por los poderes mágicos.Y exclamó:  ¡Ah maldito Aladino! ¡vas a ser castigado como me-reces! Y corrió hacia la hoguera, que no se había apagado todavia, y echó en ella un poco del polvo de in-cienso que llevaba consigo murmurando una fórmula magica.Y al punto la losa de mármol que servía paratapar la entrada de la cueva se cerro por si sola y volvió a su sitio primitivo, cubriendo herméticamente elagujero de la escalera; y tembló la tierra y se cerró de nuevo; y el suelo se quedó tan liso como antes deabrirse.Y Aladino encontróse de tal suerte encerrado en el subterráneo.Porque como ya se ha dicho, el maghrebín era un mago insigne venido del fondo del Maghreb, y no untío ni un pariente cercano o lejano de Aladino.Y había nacido verdaderamente en Africa, que es el país y elsemillero de los magos y hechiceros de peor calidad.En este, momento de su narracion Schahrazada vio aparecer la mañana, y se calló discretamente.PERO CUANDO LLEGó LA 740 NOCHEEste documento ha sido descargado dehttp://www.escolar.com Ella dijo:.Y había nacido verdaderarnente en Africa, que es el país y el semillero de los magos y hechiceros de lapeor calidad.Y desde su juventud habíase dedicado con tesón al estudio de la hechicería y de los hechizos,y al arte de la geomancia, de la alquimia, de la astrología, de las fumigaciones y de los encantamientos.Yal cabo de treinta años de operaciones magicas, por virtud de su hechicería, logró descubrir que en un pa-raje desconocido de la tierra había una lámpara extraordinariamente mágica que tenía el don de hacer máspoderoso que los reyes y sultanes todos al hombre que tuviese la suerte de ser su poseedor.Entonces hubode redoblar sus fumigaciones y hechicería, y con una última operación geomántica logró enterarse de que lalámpara consabida se hallaba en un subterráneo situado en las imnediaciones de la ciudad de Kolo-ka-tséen el país de China.(Y aquel paraje era precisamente el que acabamos de ver con todos sus detalles.) Y elmago se puso en camino sin tardanza, y después de un largo viaje había llegado a Kolo-ka-tsé, donde sededicó a explorar los alrededores y acabó por delimitar exactamente la situación del subterráneo que locontenía.Y por su mesa adívinatoria se enteró de que el tesoro y la lámpara mágica estaban inscriptos, porlos poderes subterráneos, a nombre de Aladino, hijo de Mustafá el sastre, y de que sólo él podría hacerabrirse el subterráneo y llevarse la lámpara, pues cualquier otro perdería la vida infalíblemente si intentabala menor empresa encaminada a ello.Y por eso se puso en busca de Aladino, y cuando le encontró, hubo deutilizar toda clase de estratagemas y engaños para atraérsele y conducirle a aquel paraje desierto, sin des-pertar sus sospechas ni las de su madre., Y cuando Aladino salió con bien de la empresa, le había reclama-do tan presurosamente la lámpara porque quería engañarle y emparedarle para siempre en el subterráneo.¡Pero ya hemos visto cómo Aladino, por miedo a recibir una bofetada, se había refugiado, en el interior dela cueva, donde no podía penetrar el mago, y cómo el mago, con objeto de vengarse, habíale encerrado allídentro contra su voluntad para que se muriese de hambre y de sed!Realizada aquella acción, el mago convulso y echando espuma, se fué por su camino, probablemente aAfrica, su país.¡Y he aquí lo referente a él! Pero seguramente nos le volveremos a encontrar.¡He aquí ahora lo que atañe a Aladino!No bien entró otra vez en el subterráneo, oyó el temblor de tierra producida por la magia del maghrebín,y aterrado, temió que la bóveda se desplomase sobre su cabeza, y se apresuró a ganar la salida.Pero al lle-gar a la escalera, vio que la pesada losa de mármol tapaba la abertura; y llegó al límite de la emoción y delpasmo.Porque, por una parte, no podía, concebir la maldad del hombre a quien creía tío suyo y que le ha-bía acariciado y mimado, y por otra parte, no había para qué pensar en levantar la losa de mármol, pues leera imposible hacerlo desde abajo.En estas condiciones, el desesperado Aladino empezó a dar muchosgritos, llamando a su tío y prometiéndole, con toda clase de juramentos, que estaba dispuesto a darle ense-guida la lámpara.Pero claro es que sus gritos y sollozos no fueron oídos por el mago, que ya se encontrabalejos.Y al ver que su tío no le contestaba, Aladino empezó a abrigar algunas dudas con respecto a él, sobretodo al acordarse de que le había llamado hijo de perro, gravísima injuria que jamás dirigiría un verdaderotío al hijo de su hermano.De todos modos, resolvió entonces ir al jardín, donde había luz, y buscar una sa-lida por donde escapar de aquellos lugares tenebrosos.Pero al llegar a la puerta que daba al jardín observóque estaba cerrada y que no se abría ante él entonces.Enloquecido ya, corrió de nuevo a la puerta de lacueva y se echó llorando en los peldaños de la escalera.Y ya se veía enterrado vivo entre las cuatro paredesde aquella cueva, llena de negrura y de horror, a pesar de todo el oro que contenía.Y sollozó durante mu-cho tiempo, sumido en su dolor.Y por primera vez en su vida dio en pensar en todas, las bondades de supobre madre y en su abnegación infatigable, no obstante la mala conducta y la ingratitud de él.Y la muerteen aquella cueva hubo de parecerle mas amarga, por no haber podido refrescar en vida el corazón de sumadre mejorando algo su carácter y demostrándola de alguna manera su agradecimiento.Y suspiró muchoal asaltarle este pensamiento, y empezó a retorcerse los brazos y a restregarse las manos, como gene-ralmente hacen los que están desesperados, diciendo, a modo de renuncia a la vida:  No hay recurso ni po-der más que en Alah! Y he aquí que, con aquel movimiento, Aladino frotó sin querer el anillo que llevabaen el pulgar y, que le había prestado el mago para preservarle de los peligros del subterráneo.Y no sabíaaquel maghrebín maldito que el tal anillo había de salvar la vida de Aladino precisamente, pues de saberlo,no se lo hubiera confiado desde luego, o se hubiera apresurado a quitárselo, o incluso no hubiera cerrado elsubterráneo mientras el otro no se lo devolviese.Pero todos los magos son, por esencia, semejantes a aquelmaghrebín hermano suyo: a pesar del poder de su hechicería y de su ciencia maldita, no saben prever lasconsecuencias de las acciones más sencillas, y jamás piensan en precaverse de los peligros más vulgares.¡Porque con su orgullo y su confianza en sí mismos, nunca recorren al Señor de las criaturas, y su espíritupermanece constantemente obscurecido por una humareda más espesa que la de sus fumigaciones, y tienenlos ojos tapados por una venda, y van a tientas por las tinieblas [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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