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.De lo cual acordándose Piero que era el juez y Neri que había apostado la cena, y acordándose todos los demás también, yhabiendo oído el divertido argumento de Scalza, empezaron a reírse y a afirmar que Scalza tenía razón y que había ganado lacena y que con seguridad los Baronci eran los más nobles y más antiguos que había, no ya en Florencia sino en el mundo y enultramar.Y por ello con toda razón Pánfilo, queriendo mostrar la fealdad del rostro de micer Forese, dijo que habría sidohorrible en uno de los Baronci. NOVELA SÉPTIMADoña Filipa, encontrada por su marido con un amante, llamada a juicio, con una pronta y divertida respuesta consigue sulibertad y hace cambiar las leyes.Ya se callaba Fiameta y todos reían aún del ingenioso argumento usado por Scalza para ennoblecer sobre todos los otros alos Baronci, cuando la reina mandó a Filostrato que novelase; y él comenzó a decir:Valerosas señoras, buena cosa es saber hablar bien en todas partes, pero yo juzgo que es buenísimo saber hacerlo cuandolo pide la necesidad; lo que tan bien supo hacer una noble señora sobre la cual entiendo hablaros que no solamente a diversióny risa movió a los oyentes, sino que a sí misma se desató de los lazos de una infamante muerte, como oiréis.En la ciudad de Prato había antes una ley, ciertamente no menos condenable que dura, que, sin hacer distinción, mandabaque igual fuera quemada la mujer que fuese por el marido hallada en adulterio con algún amante como la que por dinero conalgún otro hombre fuese encontrada.Y mientras había esta ley sucedió que una noble señora, hermosa y enamorada más queninguna otra, cuyo nombre era doña Filipa, fue hallada en su propia alcoba una noche por Rinaldo de los Pugliesi, su marido,en brazos de Lazarino de los Guazzagliotri, joven hermoso y noble de aquella ciudad, a quien ella como a sí misma amaba y Comment: Los Pugliesi y losGuazzagliotri eran dos poderosasera amada por él; la cual cosa viendo Rinaldo, muy enfurecido, a duras penas se contuvo de echarse encima de ellos yfamilias, enemigas entre sí, de Prato, enmatarlos, y si no hubiese sido porque temía por sí mismo, siguiendo el ímpetu de su ira lo habría hecho.los siglos XIII y XIV.De losGuazzagliotri queda, en Prato, un famosoSujetándose, pues, en esto, no se pudo sujetar de querer que lo que a él no le era lícito hacer lo hiciese la ley pratense, espalacio.decir, matar a su mujer.Y por ello, teniendo para probar la culpa de la mujer muy convenientes testimonios, al hacerse de día,sin cambiar de opinión, acusando a su mujer, la hizo demandar.La señora, que de gran ánimo era, como generalmente suelenser quienes enamoradas están de verdad, aunque desaconsejándoselo muchos de sus amigos y parientes, decidió firmementecomparecer y mejor querer, confesando la verdad, morir con valiente ánimo que vilmente, huyendo, ser condenada al exiliopor rebeldía y declararse indigna de tal amante como era aquel en cuyos brazos había estado la noche anterior.Y muy bienacompañada de mujeres y de hombres, por todos exhortada a que negase, llegada ante el podestá, preguntó con firme gesto ycon segura voz qué quería de ella.El podestá, mirándola y viéndola hermosísima y muy admirable en sus maneras, y de granánimo según sus palabras testimoniaban, sintió compasión de ella, temiendo que fuera a confesar una cosa por la cual tuvieseél que hacerla morir si quería conservar su reputación.Pero no pudiendo dejar de preguntarle aquello de que era acusada, le dijo:-Señora, como veis, aquí está Rinaldo vuestro marido y se querella contra vos, a quien dice que ha encontrado en adulteriocon otro hombre, y por ello pide que yo, según una ley dispone, haciéndoos morir os castigue; pero yo no puedo hacerlo si vosno confesáis, y por ello cuidaos bien de lo que vais a responder, y decidme si es verdad aquello de que vuestro marido osacusa.La señora, sin amedrentarse un punto, con voz asaz placentera, repuso:-Señor, es verdad que Rinaldo es mi marido y que la noche pasada me encontró en brazos de Lazarino, en los que muchasveces he estado por el buen y perfecto amor que le tengo, y esto nunca lo negaré [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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